El panteísmo, o todo es Dios.

 



¡Hola compañeros!


Una de las teorías más conocidas (y más polémicas) del señor Spinoza hace referencia a Dios. Como habrán adivinado por el título, este filósofo era panteísta y se estarán preguntando: "¿qué demonios es el panteísmo?" Y, oh maravilla de las maravillas, hoy he decidido no dar la respuesta al final sino que les responderé inmediatamente. El panteísmo (pan, "todo" y theos, "Dios") afirma que todo es Dios. Es decir, lo único que existe en la realidad es Dios. No hay nada más real que Él y todo está integrado en Él. El mundo, nuestras ideas, nuestro vecino, mi ampolla del pie, todo, no son más que maneras que tiene Dios de manifestarse.

Spinoza afirma que el universo es idéntico a Dios y a la Naturaleza. Dios es la sustancia causante de todas las cosas. Todo se unifica en Dios. Dios es la sustancia infinita. Las leyes de la Naturaleza son de Dios, y las leyes de Dios son de la Naturaleza: “las dos sustancias finitas cartesianas se convirtieron, en el pensamiento de Spinoza, en los atributos de una única sustancia divina (…) las almas individuales y las partes de la materia no son ‘cosas’ sino aspectos del ser divino. Esta forma de pensamiento que concibe a Dios en todas las cosas, de modo sustancial y esencial, se conoce con el nombre de panteísmo.” (Laura Silvani, Historia de la filosofía, Editorial Óptima, S. L., Barcelona, 2003).


"Pues vaya", pensarán, "tampoco es muy diferente  al cristianismo, ¿no?". Existen diferencias notables con las religiones, digamos, más frecuentes en Occidente. Para empezar, Dios al crear el mundo se distancia de él. Es decir, existe una distancia entre el creador y lo creado. Pero para el panteísmo Dios no crea el mundo: Dios es el mundo. El mundo es, en sí mismo, divino.

“El sistema metafísico de Spinoza es del tipo inaugurado por Parménides. Hay una sola sustancia, "Dios o la naturaleza"; nada finito es autosuficiente. (…) El pensamiento y la extensión eran ambos atributos de Dios. Dios tiene también un número infinito de otros atributos, ya que debe ser infinito en todos los aspectos; pero estos otros son desconocidos para nosotros. Las almas individuales y las piezas separadas de materia son ... adjetivos; no son cosas, sino meramente aspectos del Ser divino. No puede haber tal inmortalidad en la que creen los cristianos, sino solo esa clase impersonal que consiste en volverse cada vez más uno con Dios. Las cosas finitas se definen por sus límites, físicos o lógicos, es decir, por lo que no son: "toda determinación es negación". Puede haber un solo Ser que sea totalmente positivo, y debe ser absolutamente infinito. De ahí que Spinoza sea conducido a un panteísmo completo y puro ”. (Historia de la Filosofía Occidental).

Eso nos lleva a la segunda gran diferencia: no existe la transcendencia en el panteísmo. No hay un "más allá", sino que todo sucede en el mismo plano de existencia. No hay un plano mortal, material y otro divino. Es decir, no nos cabe esperar un cielo metafísico en el que seremos todos eternamente felices. Para el panteísta la muerte no es más que disolverse en la sustancia divina igual que una onza de chocolate se funde en una olla junto con el resto de onzas. Nada queda de nosotros, excepto nuestra unidad con Dios.

Al equiparar Dios a la naturaleza y al mundo, Spinoza lleva a sus últimas consecuencias la idea de Maimónides de eliminar el antropomorfismo del dios bíblico. No existe un dios que premie y castigue (eso sería un infantilismo): “Dios no establece ninguna ley a los hombres a fin de premiarlos cuando la cumplan (…) las leyes de Dios no son de tal naturaleza que puedan ser transgredidas.” (Spinoza, Tratado breve).

Es por eso que el panteísmo difícilmente puede convertirse en religión. Existen, es cierto, algunas religiones que poseen características cercanas al panteísmo -como por ejemplo el budismo- pero ninguna lo asimila completamente. Al fin y al cabo, ¿quién querría pertenecer a una religión que le niega la vida tras la muerte? ¿Quién querría un Dios tan impersonal y frío? ¿Por qué llega el autor a esta inquietante teoría?

Dios no es ningún padre, amo o Señor que nos castiga ni que nos da regalitos dependiendo de si nos portamos bien o mal. Dios es el mundo, el todo, la realidad: “Dios no es una persona, no es alguien al que se le pueda rezar, ni pedir, ni del que quepa esperar amor o temer castigo. Dios es la realidad entera, sometida a leyes inexorables, que podemos descubrir, pero sobre la que no podemos influir. Dios no depende de nadie, pero tampoco desea ni elige nada, pues se limita a actuar conforme a sus leyes, que son las de la naturaleza: Dios obra en virtud de las solas leyes de su naturaleza, y no forzado por nadie.” (Spinoza, Ética). A Dios, pues, no hay que temerle. El terror es un arma para educar a la masa. La naturaleza no puede castigarnos: “no temamos ante Dios como temen otros ante el diablo, que ellos han inventado (…) ¿cómo podríamos temer a Dios, que es el mismo bien supremo, por el que todas las cosas, que tienen su esencia, son lo que son?” (Spinoza, Tratado breve)

El Dios de Spinoza carece, pues, de atributos humanos. No odia, no ama, no siente pasiones. La crítica a los monoteísmos se vislumbra en la Ética: “quienes confunden la naturaleza divina con la humana atribuyen fácilmente a Dios afectos humanos, sobre todo mientras ignoran cómo se producen los afectos en el alma (…) Los hay que se representan a Dios como un hombre: compuesto de cuerpo y alma y sometido a pasiones; pero ya consta … cuán lejos vagan éstos de un verdadero conocimiento de Dios (…) Dios es concebido por el vulgo como un hombre, o a semejanza de un hombre (…) Dios está libre de pasiones y no puede experimentar afecto alguno de alegría o tristeza (…) Dios no puede pasar ni a una mayor ni a una menor perfección (…) Dios, propiamente hablando, no ama a nadie, ni odia a nadie (…) Quien ama a Dios no puede esforzarse en que Dios lo ame a él.”

Spinoza se da cuenta de que Descartes había planteado las cosas de modo incompleto. Para Descartes toda la realidad -todo lo que existe- eran sustancias, entendiendo por sustancia "aquello que no necesita de otra cosa para existir". Esto se oponía a accidente, que sí necesita estar encima de una sustancia para existir (por ejemplo, el color, que siempre ha de estar encima de una cosa para poder existir). Un accidente no puede existir solo, sino que necesita otra cosa siempre: el sabor dulce solamente puede existir sobre una comida, no hay manera de encontrarlo sin que esté pegado a otra cosa.

Para Spinoza, en cambio, no existe nada contingente: “todo está determinado a existir y obrar de cierta manera (…) Las cosas no han podido ser producidas por Dios de ninguna otra manera y en ningún otro orden que como lo han sido.” (Spinoza, Ética).

¿Dónde queda entonces la libertad? La libertad, según Spinoza, es “ser justamente lo que se es y no otra cosa (…) El riguroso determinismo del sistema de Spinoza … encuentra … una puerta de escape en la idea del aumento de la potencia del entendimiento como ideal propio del sabio y del hombre libre.” (Ferrater, Diccionario de grandes filósofos).

Por tanto, una sustancia para Descartes es algo que no necesita de otra cosa para existir sino que existe por sí misma. Ahora bien, estrictamente, esa definición solamente se aplica a Dios, pues todo lo demás depende de Él para existir (por la creación del mundo). De ahí concluye Spinoza que la unica sustancia real es la divina, Dios. Todo lo demás no somos otra cosa que meros accidentes, meras manifestaciones de esa sustancia. En realidad, somos parte de Dios. Dios, entre otras cosas, es un ser material.

La voluntad queda desgraciadamente reducida a la afirmación o negación de lo que es verdadero o falso: “todo se rige por una necesidad lógica. Así pues, el pecado no tiene sentido en el pensamiento de Spinoza. Todo ocurre por una necesidad lógica. La libertad humana apenas se vislumbra, y la casualidad no tiene cabida. Todo lo que ocurre es una manifestación de la naturaleza divina.

TRACTATUS THEOLOGICO-POLITICUS

En 1665 Spinoza dejó de trabajar en su Ética para escribir el Tractatus Theologico – politicus (Tratado teológico-político) (TTP). El TTP es una lectura crítica del Tanaj. El Tanaj no es la palabra de Dios, sino un conjunto de libros de varios autores mayoritariamente desconocidos escritos en diferentes épocas. Spinoza defiende la libertad de pensamiento y expresión y la separación del Estado y la Iglesia. La religión debe ser personal, no un instrumento de poder del Estado.

La teoría política de Spinoza debe mucho a Hobbes. Al igual que Hobbes, Spinoza defiende la superioridad del Estado frente al poder de la Iglesia.

En el TTP Spinoza critica la superstición. La superstición existe porque la humanidad tiene miedo: “La causa que hace surgir, que conserva, y que fomenta la superstición es, pues, el miedo.” (TTP). El Tanaj fue escrito por hombres de carne y hueso. El Dios monoteísta no es mencionado. Para Spinoza, el fin del Tanaj y del Nuevo Testamento es la obediencia. Los fieles no razonan, sino que tan sólo obeceden: “hemos dicho que el único objeto de la Escritura era enseñar la obediencia. Esto nadie lo puede discutir. ¿Quién no ve … que uno y otro Testamento no son otra cosa que una doctrina de obediencia y que tan sólo intentan que los hombres obedezcan de corazón? Pues … Moisés no procuró convencer a los israelitas por la razón, sino obligarlos con la alianza, juramentos y beneficios y, después, amenazó al pueblo con penas y lo exhortó con premios para que obedeciera a las leyes; … Por su parte, la doctrina evangélica no contiene nada más que la simple fe, es decir, creer a Dios y reverenciarlo o, lo que es lo mismo, obedecerle (…) la fe no exige tanto la verdad cuanto la piedad y sólo es piadosa o salvífica en razón de la obediencia, y … por consiguiente, nadie es fiel más que por la obediencia.” (TTP).

En el TTP, Spinoza separa la teología de la filosofía. La filosofía se dirige a la búsqueda de la verdad; la fe pretende educar a la masa: “entre la fe o teología y la filosofía no existe comunicación ni afinidad alguna … pues se diferencian radicalmente. En efecto, el fin de la filosofía no es otro que el de la verdad; en cambio, el de la fe … no es otro que la obediencia y la piedad” (TTP).

Spinoza critica la hipocresía de los creyentes que hablan de amor y piedad, pero que actúan mezquina y cruelmente. Esta crítica sigue vigente hoy en día, en pleno siglo XXI: “Me ha sorprendido muchas veces que hombres, que se glorían de profesar la religión cristiana … se atacaran unos a otros con tal malevolencia y se odiaran a diario con tal crueldad, que se conoce mejor su fe por estos últimos sentimientos … Tiempo ha que las cosas han llegado a tal extremo, que ya no es posible distinguir quién es casi nadie –si cristiano, turco, judío o pagano-, a no ser por el vestido y por el comportamiento exterior, o porque frecuenta esta o aquella iglesia o porque, finalmente, simpatiza con tal o cual opinión y suele jurar en nombre de tal maestro.” (TTP). Desgraciadamente, la religión siempre ha sido un pretexto para atacar y perseguir al diferente. Onfray describe genialmente cómo la fe idiotiza y priva a la gente de pensar por sí misma. Desgraciadamente, la religión, históricamente, ha sido la causa primera de exclusión, condenas, torturas y matanzas.

Spinoza critica el fanatismo y hace un llamado a la tolerancia religiosa: “aquellos que desprecian completamente la razón y rechazan el entendimiento … son precisamente quienes cometen la iniquidad de creerse en posesión de la luz divina. Claro que, si tuvieran el mínimo destello de esa luz … aprenderían a rendir culto a Dios con más prudencia y se distinguirían, no por el odio que ahora tienen, sino por el amor hacia los demás; ni persiguirían tampoco con tanta animosidad a quienes no comparten sus opiniones, sino que más bien se compadecerían de ellos, si es que realmente temen por su salvación y no por su propia suerte.” (TTP). Spinoza defiende la libertad de opinión. La fe individual debe medirse por las obras de cada uno, no por las palabras: “hay que dejar a todo el mundo la libertad de opinión y la potestad de interpretar los fundamentos de la fe según su juicio, y que sólo por las obras se debe juzgar si la fe de cada uno es sincera o impía” (TTP). A la razón le corresponde el “reino de la verdad y la sabiduría” y a la teología, “el reino de la piedad y la obediencia” (TTP).

Spinoza niega la existencia del demonio. Si el demonio no posee nada de Dios significa que es la nada mima y, por tanto, no existe: “Si el demonio es una cosa totalmente contraria a Dios y no tiene absolutamente nada de Dios, viene a coincidir exactamente con la nada (…) si no hay necesidad alguna de tener que afirmar la existencia de los demonios, ¿por qué se afirma que existen? Pues nosotros no tenemos, como otros, necesidad de suponer la existencia de los demonios para hallar las causas del odio, la envidia, la ira y otras pasiones similares, puesto que hemos encontrado suficientes sin tales ficciones.” (TB).

Según Robert C. Solomon & Kathleen M. Higgins, la Ética de Spinoza es una sincera proposición acerca de cómo vivir mejor, una solución al aislamiento y la soledad, una respuesta al sufrimiento y a la frustración de la vida: “La obra más importante de Spinoza es la Ética, un título que suele confundir a los lectores, que abren el libro esperando una filosofía de la vida y se encuentran con una espinosa maraña de prosa aliñada a modo de tratado geométrico, con sus axiomas, teoremas, corolarios y pruebas. Sin embargo, las apariencias engañan. Descartes introdujo sus demostraciones lógicas en el acogedor contexto de una meditación … pero la filosofía de Descartes es cualquier cosa menos íntima (…) Spinoza, por el contrario, disfraza su angustia personal … en el estilo más formal y deductivo posible.” (Breve historia de la filosofía).

Para Spinoza, no tiene sentido desear lo que no está determinado que tengamos. Es muy importante aprender a controlar nuestras emociones, y la aceptación ayuda a controlar las emociones. A diferencia de los estoicos, Spinoza no rechaza las emociones, sino que propone vivirlas y aprender a aceptarlas.

Para Spinoza lo bueno es lo útil. El error es una falta de conocimiento. El odio aumenta cuando es recíproco, y por otro lado puede sin ser destruido por el amor. Spinoza, al igual que Sócrates y Platón, cree que todas las “malas” acciones son debidas a un error intelectual. El hombre que entiende sus circunstancias actuará sabiamente. El individuo debe vivir de acuerdo con la razón. Las emociones que nacen de ideas inadecuadas se llaman pasiones.

El ser humano es mortal. Pero lamentarse por la muerte es, según Spinoza, una pérdida de tiempo. Obsesionarse con la idea de la muerte o temer la enfermedad y la desgracia es una una verdadera esclavitud y no sirve para nada. Spinoza invita a que nos preocupemos por la vida, y no por la muerte.

En 1675 Spinoza acabó su Ethica ordine geometrico demostrata, obra en la que llevaba trabajando unos 10 años. La Ética es una obra fascinante que consta de 5 partes: Parte Primera: De Dios; Parte Segunda: De la naturaleza y origen del alma; Parte Tercera: Del origen y naturaleza de los afectos; Parte Cuarta: De la servidumbre humana, o de la fuerza de los afectos; Parte Quinta: Del poder del entendimiento o de la libertad humana.

Spinoza hace uso de definiciones, axiomas, postulados, proposiciones, demostraciones, lemas, escolios y corolarios, lo que hace que la lectura sea muy clara.

En la Parte Primera, Spinoza habla de Dios, un dios que no es antropomórfico, sino que lo es todo y que todo lo envuelve: “[Dios] existe necesariamente; … es único; … es y obra en virtud de la sola necesidad de su naturaleza; … es causa libre de todas las cosas; … todas las cosas son en Dios y dependen de Él, de suerte que sin Él no pueden ser ni concebirse; … todas han sido predeterminadas por Dios … en virtud de la libertad de la naturaleza de Dios, o sea, su infinita potencia (…) Por Dios entiendo un ser absolutamente infinito, esto es, una substancia que consta de infinitos atributos, cada uno de los cuales expresa una esencia eterna e infinita.” Según Spinoza, Dios existe “necesariamente”: es la causa primera y es eterno.

En la Parte Segunda, Spinoza habla de los atributos de Dios, de la naturaleza del hombre y de la naturaleza del alma: “Entiendo por cuerpo un modo que expresa … la esencia de Dios, en cuanto se la considera como cosa extensa (…) Entiendo por idea un concepto del alma, que el alma forma por ser una cosa pensante (…) Por realidad entiendo lo mismo que por perfección.” El pensamiento y la extensión son algunos de los infinitos atributos de Dios. La sustancia es infinita, inmutable e indivisible: “la esencia del hombre está constituida por ciertas modificaciones de los atributos de Dios”. Según Spinoza, el alma humana es una parte del entendimiento infinito de Dios.

En la Parte Tercera, Spinoza habla de la naturaleza y fuerza de los afectos y de la potencia del alma sobre ellos: “Por afectos entiendo las afecciones del cuerpo, por las cuales aumenta o disminuye, es favorecida o perjudicada, la potencia de obrar de ese mismo cuerpo, y entiendo, al mismo tiempo, las ideas de esas afecciones (…) si podemos ser causa adecuada de alguna de esas afecciones, entonces entiendo por ‘afecto’ una acción; en los otros casos, una pasión.” Las ideas del alma humana son a veces “adecuadas y otras mutiladas y confusas”. Las ideas adecuadas nos hacen obrar; las ideas inadecuadas nos hacen sufrir y nos dificultan la acción: “Las acciones del alma brotan sólo de las ideas adecuadas; las pasiones dependen sólo de las inadecuadas.”

Spinoza jamás defendería los sentimientos y las acciones autodestructivas. Él lo tiene claro: el que ama debe esforzarse por conservar a aquél que ama; y el que odia debe esforzarse por apartarse de aquél que odia. Así de simple. El amante se alegra si el amado siente alegría, y se entristece si el amante siente tristeza. El amante también ama aquello o aquél que le da alegría al amado.

Spinoza describe las diferentes pasiones humanas: la envidia, la soberbia, la sobreestimación, el menosprecio, la benevolencia, la ambición, la humanidad, la alabanza, el vituperio, la gloria, la vergüenza, el arrepentimiento, el temor, el miedo, el pudor, la consternación, la ira, la venganza, el agradecimiento o gratitud y la crueldad. Cito aquí varias, ya que las descripciones son muy acertadas e interesantes: “la soberbia es una alegría surgida del hecho de que el hombre se estima en más de lo justo (…) Esa voluntad o apetito de hacer el bien, que surge de nuestra conmiseración hacia la cosa a la que queremos beneficiar, se llama benevolencia (…) Este esfuerzo por hacer algo (y también por omitirlo) a causa solamente de complacer a los hombres, se llama ambición, sobre todo cuando nos esforzamos por agradar al vulgo con tal celo que hacemos u omitimos ciertas cosas en daño nuestro o ajeno; de otro modo, suele llamarse humanidad (…) a la alegría acompañada de la idea de una causa exterior la llamaremos gloria, y vergüenza, a la tristeza contraria (…) llamaré contento de sí mismo a la alegría acompañada de una causa interior, y arrepentimiento a la tristeza contraria (…) El esfuerzo por inferir mal a aquel a quien odiamos se llama ira, y el esfuerzo por devolver el mal que nos han hecho se llama venganza (…) el esfuerzo por hacer bien a quien nos ama y se esfuerza … en hacernos bien, se llama agradecimiento o gratitud (…) si prevalece el odio, se esforzará por hacer mal a aquel por quien es amado. Este afecto se llama crueldad.

El hombre juzga lo bueno y lo malo según el afecto que nos produce: “nosotros no deseamos algo porque lo juzguemos bueno, sino que lo llamamos ‘bueno’ porque lo deseamos, y, por consiguiente, llamamos ‘malo’ lo que aborrecemos. Según eso, cada uno juzga o estima, según su afecto, lo que es bueno o malo, mejor o peor, lo óptimo o lo pésimo. Así, el avaro juzga que la abundancia de dinero es lo mejor de todo, y su escasez, lo peor. El ambicioso … nada desea tanto como la gloria, y nada teme tanto como la vergüenza. Nada más agradable para el envidioso que la desgracia ajena, ni más molesto que la ajena felicidad.”

¿El odio aumenta o se apacigua con el odio? “El odio aumenta con un odio recíproco, y puede, al contrario, ser destruido por amor”, dice Spinoza.

La naturaleza de las pasiones viene condicionada por el objeto que produce las pasiones: “Hay tantas clases de alegría, tristeza y deseo y … hay tantas clases de cada afecto compuesto de ellos –como la fluctuación del ánimo- , o derivado de ellos –amor, odio, esperanza, miedo … como clases de objetos que nos afectan”. Así, la gula, la embriaguez, la lujuria, la avaricia y la ambición son diferentes denominaciones del amor o el deseo: “por gula, embriaguez, lujuria, avaricia y ambición no entendemos sino el inmoderado amor o deseo de comer, de beber, de copular, de riquezas o de gloria.”

En la Parte Tercera, Spinoza describe genialmente los 48 afectos humanos: el deseo, la alegría, la tristeza, el asombro, el desprecio, el amor, el odio, la inclinación, la repulsión, la devoción, la irrisión, la esperanza, el miedo, la seguridad, la desesperación, la satisfacción, la insatisfacción, la conmiseración, la aprobación, la indignación, la sobreestimación, el menosprecio, la envidia, la misericordia, el contento de sí mismo, la humildad, el arrepentimiento, la soberbia, la abyección, la gloria, la vergüenza, la frustración, la emulación, el agradecimiento o gratitud, la benevolencia, la ira, la venganza, la crueldad, el temor, la audacia, la pusilanimidad, la consternación, la humanidad o modestia, la ambición, la gula, la embriaguez, la avaricia y la libídine: “El deseo es la esencia misma del hombre en cuanto es concebida como determinada a hacer algo en virtud de una afección (…) La alegría es el paso del hombre de una menor a una mayor perfección (…) La tristeza es el paso del hombre de una mayor a una menor perfección (…) El amor es una alegría acompañada por la idea de una causa exterior (…) El odio es una tristeza acompañada por la idea de una causa exterior (…) La esperanza es una alegría inconstante, que brota de la idea de una cosa futura o pretérita, de cuya efectividad dudamos de algún modo (…) El miedo es una tristeza inconstante, que brota de la idea de una cosa futura o pretérita, de cuya efectividad dudamos de algún modo.”

En la Parte Cuarta, Spinoza habla de la virtud, la cual define como “la misma esencia o naturaleza del hombre”. El alma desea conocer. Lo útil es aquello que lleva al conocimiento. Vivir bajo la guía de la razón es la tarea del hombre virtuoso. Por ello Spinoza menosprecia el arrepentimiento: “El arrepentimiento no es una virtud … no nace de la razón; el que se arrepiente de lo que ha hecho es dos veces miserable o impotente.” Para Spinoza lo bueno es aquello que ayuda al hombre a vivir una vida racional: “No hay … vida racional sin conocimiento adecuado, y las cosas sólo son buenas en la medida en que ayudan al hombre a disfrutar de la vida del alma (…) son … malas las que impiden que el hombre pueda perfeccionar su razón y disfrutar de una vida racional.”

Aquí se encuentra la famosa proposición LXVII, la cual lanza un rayo de esperanza a todos aquellos que tememos a la muerte: “Un hombre libre en nada piensa menos que en la muerte, y su sabiduría no es una meditación de la muerte, sino de la vida (…) Un hombre libre, esto es, un hombre que vive sólo según el dictamen de la razón, no se deja llevar por el miedo a la muerte.”

En la Parte Quinta, Spinoza habla del poder del entendimiento, y de la manera de alcanzar la libertad. La razón tiene el poder de regir y reprimir los afectos. La libertad del alma es la felicidad. Y la felicidad consiste en un constante y eterno amor a Dios. Pero ya que Dios se encuentra en todo lo que vive, la felicidad consistirá en un constante y eterno amor hacia los demás hombres y hacia todo lo que nos rodea.

Spinoza critica la absurda teoría de Descartes de la unión del alma y el cuerpo mediante la glándula pineal: “Descartes … admite que … el alma está unida principalmente a cierta parte del cerebro, a saber, la llamada glándula pineal, por cuyo medio el alma percibe todos los movimientos que se suscitan en el cuerpo … Concluye de ello que ningún alma es tan débil que no pueda … adquirir un absoluto poder sobre sus pasiones. Pues éstas, tal como él las define, son percepciones, sentimientos o emociones del ánima, que se refieren especialmente a ella y que … son producidas, mantenidas y robustecidas por algún movimiento de los espíritus (…) no puedo dejar de asombrarme de que un filósofo que había decidido firmemente no deducir nada sino de principios evidentes por sí, ni afirmar nada que no percibiese clara y distintamente … parta de una hipótesis más oculta que cualquier cualidad oculta. Pues ¿qué entiende, me pregunto, por ‘unión’ de alma y cuerpo?”. Spinoza cree que el alma no muere del todo cuando el cuerpo muere.

Los afectos son pasiones. Pero dejan de ser de ser pasiones cuando lo entendemos: “Un afecto que es una pasión deja de ser pasión tan pronto como nos formamos de él una idea clara y distinta.”




¡Saludos filosóficos!

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