Epicuro y la muerte.

 





En su famosa Carta a Meneceo, Epicuro pretende disuadirnos sobre la errada concepción que tenemos referente a la muerte, y cómo ésta no puede ser tan temible como suponemos.

     El Hades y sus jueces, los demonios y sus verdugos; son simplemente alegorías para atemorizar a los sencillos y cándidos, que no deben inquietar a alguien prudente —según el juicio de Epicuro—. En la muerte misma, empero, no hay algo que temer —debido a su propia naturaleza—, ya que jamás coexistimos con ella: mientras nos encontramos nosotros, no está la muerte; cuando llega la muerte, dejamos de estar nosotros. Es decir, según Epicuro, indubitablemente morimos, sin embargo, nunca estamos muertos.

     Lo verdaderamente temible, sería tener consciencia en la muerte, quedarse de algún modo «presente» sabiendo que ya hemos muerto; supuesto absurdissimum y contradictorio.

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