La gallina de Stalin.

 



La realidad es que a la mayoría de los gobiernos les conviene simplemente un ciudadano laxo, adormecido y, sobre todo, dependiente siempre de necesidades fabricadas. A tal punto es eso cierto, que dentro de la agenda colonizadora de los pueblos a colonizar destacaba siempre, y como prioridad, la creación urgente de "necesidades artificiales", manteniendo así ese estado de necesidad perpetua que solo debería suplir en ellos el conquistador.


Los biógrafos de Stalin no dejaron constancia alguna de la veracidad de la presente anécdota y, sin embargo, la misma parece hacer alusión puntual a la crueldad básica del mismo y a su tiranía sin límites, por lo que resulta abarcadora, al menos, de facetas de su propia vida. Así, cuenta la historia –poco más o menos- que Stalin se presenta en una reunión "de gabinete", cargando una gallina entre sus brazos. Nada extraño en un gobierno que se estima basado en aquella fuerza viva del campesinado; y, sin embargo, en vez de obsequiar la misma a sus ministros, la despluma viva. En su suplicio, el animal cacarea inútilmente porque el victimario la despoja toda y dolorosamente de sus plumas. Culminado aquel suplicio, la deja libre y en el suelo. Pero en vez de marcharse en franca huida, el ave decide quedarse lesionada donde está, porque Stalin le ofrece trigo en un puñado y en medida buena, apretada y rebosante. Luego, según dicen, suelta aquella frase magistralmente cruel: "así se gobierna al pueblo".


El Estado mesiánico es parte del pecado y del arrastre real de muchas de nuestras naciones. Así, les toca a veces a quienes gobiernan hacer cultivo ameno de necesidades colectivas que justifican su legitimación y su presencia. Tal vez, bastaría solo cuantificar el uso de la merma negligente de la producción agrícola para atender a gran porción del hambre de estos pueblos; pero la dependencia hacia el Estado padre y suplidor se vería también mermada. Bastarían algunas miles de campañas diarias preventivas para prevenir el uso de millones y millones en el tratamiento de enfermedades que se sufren colectivamente; pero dónde quedaría entonces el Estado de salud. Bastaría, tal vez, refundar el sistema educativo público para que los ciudadanos puedan expandir, desde la más temprana edad, no solo su afán por conocer, sino también sus disposiciones amplias para dar aplicación puntual a todo lo aprendido; pero dónde quedaría entonces la reivindicación y el reconocimiento que a gritos le reclama el Estado educativo a todo ciudadano.


Cuando el hombre aprenda a gobernarse plenamente, ya habrá quedado atrás la necesidad de los gobiernos; pero hasta que hagamos ese salto cuántico, del que nos separan cientos de generaciones, todo lo que se pide es la generación de condiciones y oportunidades en las que el propio ciudadano sabe prosperar y no así la generación perpetua de necesidades que si bien encuentran salvadores, nunca encuentran solución.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Agentes socializadores: qué son, tipos, características y ejemplos

La importancia del apoyo familiar en personas jóvenes con depresión

Contrato de Ulises: qué es, cómo se usa, y ejemplos