Rene Descartes.

 




Todo el sistema de Descartes se construye sobre el principio inconmovible del «cogito ergo sum». Piedra angular de esta construcción es la idea de Dios. Existe un ser del cual —aunque exterior a nosotros—, precisa afirmar su existencia con la seguridad de las ideas «claras» y «distintas»: Dios.


     Dos argumentos de la existencia de Dios da Descartes. El primero lo toma de San Anselmo. El segundo, de la limitación de los hombres como seres finitos, para poseer por sí mismos la idea de lo infinito (argumento claramente falaz). De nada —dice Descartes—, no puede provenir nada. En base a eso Descartes deduce (falazmente): «la causa no puede contener menos realidad o perfección que el efecto». Descartes encontraba en el mismo, la idea de Dios como la de un ser infinitamente perfecto, pero como Descartes era finito e imperfecto, no podría haber producido dicha idea de Dios. «Dios mismo ha sembrado en el hombre la idea de lo Infinito».


     De la ontología cartesiana conocemos conceptos como sustancia, atributo y modo. Sustancia para Descartes es aquello que de tal manera existe, que no necesita otra cosa para su existencia. Descartes admite que sólo Dios es sustancia, stricto sensu. En sentido más amplio llama sustancia a todo lo que —únicamente— necesita de la cooperación divina para su existencia; sin la fuerza creadora y conservadora de la divinidad, las sustancias finitas no existirían o se reducirían a la nada. La sustancia es conocida por sus propiedades, la propiedad fundamental que expresa la «esencia» del objeto y que puede concebirse por sí sola (sin presuposición de otras propiedades), se llama «atributo».


     Descartes distingue entre Dios, como sustancia infinita —res infinita—, y dos clases de sustancia finitas; espíritu y cuerpo. El atributo del espíritu es el pensar —res cogitans—. En eso se manifiesta su esencia; nunca está por lo tanto, sin pensar. El atributo del cuerpo es la extensión —res extensa—, debido a que sin ella no es posible cuerpo alguno.


     Descartes entiende por «modos» o «accidentes» aquellas propiedades de las sustancias que presuponen la existencia de atributos. El sentir, el querer, el anhelar, el imaginar, el juzgar, son «modos del pensamiento» (es decir, modificaciones de la conciencia). La figura, la posición, los movimientos (del espacio) son, por el contrario, «modos de la extensión».


     La filosofía de Descartes parte de un enfoque en primera persona por una sencilla razón, a saber; defender el dualismo, argumento de gran significación en la filosofía cartesiana debido a que desde tal perspectiva, puede tener un conocimiento total e infalible de los contenidos mentales. El «je pense, donc je sois», es para Descartes únicamente el punto metódico de partida, en base a ello, plantea todo su sistema.


     Permanece cierto en toda duda que yo pienso, que soy una cosa pensante («une chose qui pense») —dice Descartes—. Esto no lo adquiere por medio de un silogismo, sino por la «luz natural» de su razón, por una «representación clara y distinta» («perception claire et distincte»). Todo esto da lugar a la famosa «duda metódica»:


     Advertí luego, que queriendo yo pensar que todo es falso, era necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa; y observando que esta verdad: 'yo pienso, luego soy', era tan firme y segura que los más audaces argumentos de los escépticos no son capaces de conmoverla, juzgué que podía recibirla sin escrúpulo, como el primer principio de la filosofía que andaba buscando [...]


     Indubitablemente dicho argumento es falaz. Recordemos que el principal argumento cartesiano a favor del dualismo gira en torno al postulado de que la mente es una sustancia cuya propiedad esencial es el pensamiento —res cogitans—, mientras que el cuerpo es una sustancia cuya propiedad esencial es ocupar un espacio —res extensa—. Descartes escribió que tenía una concepción clara del cuerpo y la mente como sustancias distintas, y que Dios puede hacer realidad todo aquello que se puede concebir con claridad, de lo que se deduce; el cuerpo y la mente son distintos.


     Con este argumento Descartes cae en la famosa falacia del hombre enmascarado; el hecho de que se pueda dudar de la existencia del cuerpo pero no de la mente, no implica que sean entidades distintas. El argumento cartesiano se da en los siguientes términos:


    1. Estoy seguro de que tengo una mente.


    2. No estoy seguro de que tenga un cuerpo.


    3. Por lo tanto, mi mente es distinta de mi cuerpo.


    Puede advertirse, con indubitable claridad, que este argumento es una falacia si lo comparamos con el siguiente:


    1. Sé quién es mi padre.


    2. No se quién es este hombre enmascarado.


    3. Por lo tanto, este hombre enmascarado no es mi padre.


Sin mencionar que desde un punto de vista objetivo, no se puede realizar afirmaciones válidas acerca de las propiedades esenciales de la materia; el dualismo cartesiano crea demasiados problemas, uno de ellos es la cuestión de las otras mentes (la mía la de vosotros, etcétera), planteada primeramente por Berkeley. Si el cuerpo y la mente son entidades lógicamente separadas, no puede haber ninguna prueba desde premisas físicas, que el resto de seres humanos posea una mente; si se parte de la perspectiva cartesiana, la única cosa del mundo que tiene una mente consciente es él, Descartes.


     Otro de los problemas que nos planteamos es que el dualismo cartesiano deja un elemento de misterio en la relación de la mente con la materia. Los acontecimientos mentales (por ejemplo el dolor) son causa de acontecimientos físicos, pero también son causados por dichos acontecimientos físicos (por ejemplo cortarse con un cuchillo). Por lo tanto, los científicos no sólo deben referirse a los objetos físicos, como los átomos y los electrones, sino también a los acontecimientos mentales, como el dolor y los razonamientos. Sin embargo, parece que no hay necesidad de hacerlo, ya que todo hecho físico puede ser justificado a partir de otros hechos físicos, sin recurrir a los conceptos mentales. De modo que, o bien los hechos mentales no son causalmente activos —perspectiva conocida como «epifenomenalismo— o tienen tanto aspectos físicos como mentales, algo que contradice la afirmación de Descartes.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Agentes socializadores: qué son, tipos, características y ejemplos

La importancia del apoyo familiar en personas jóvenes con depresión

Contrato de Ulises: qué es, cómo se usa, y ejemplos