"El método científico" No existe.

"El método científico"

No existe.


No afirmo nada nuevo, engañoso, ni escandaloso en el ámbito de la historia y la filosofía de la ciencia (ni en las ciencias mismas). Sin embargo, se trata de algo que hay reiterar –pues a menudo se ignora u olvida–, y en la situación que actualmente pasamos, más vale recordarlo y tenerlo muy presente.


Cuando se afirma que “el método científico no existe”, debemos entender que no hay un único método, singular y excluyente, para hacer ciencia, sino que hay muchos. Esto ya es moneda corriente desde hace buen tiempo entre estudiosos de la ciencia de todo el mundo. Sin embargo, aún hoy día, a nuestros niños y jóvenes se les repite en la escuela y el colegio, el mantra de “el método científico”, dándoles a entender que sólo hay un solo método de hacer ciencia y éste indefectiblemente consiste en una secuencia lineal de pasos (la cual, por cierto, varía en orden, nombre y número); una de ellas es, por ejemplo, “observación-problema-hipótesis-experimentación-confirmación-ley-resultados...”



Una búsqueda simple en Google sumirá a cualquier joven (o no tan joven) estudiante de ciencias en una confusión sobre cuántos pasos realmente son, por qué a veces algunos de ellos se les denomina distinto, y por qué incluso varía también el orden de algunos pasos en la secuencia.


En un reciente artículo del doctor Antonio Diéguez, catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Málaga, “¿Existe ‘El Método Científico’? Filosofía y ciencia en el S. XXI” , se nos recuerda que “…[c]omo nos enseñó Paul Feyerabend… las ciencias son muy dispares, de modo que no tiene demasiado sentido hablar de la ciencia en general. La filosofía de la ciencia posterior le ha dado la razón en esto, y desde principios de los noventa del pasado siglo… no ha vuelto a aparecer una gran obra ofreciendo una nueva visión metodológica de la ciencia en general o una narrativa global sobre el cambio de teorías y el progreso científico”.



Feyerabend, como nos aclara el doctor Diéguez, lo que nos quiso decir es que las ciencias disponen de diversos métodos, que dependen “… de cada disciplina, y que son revisables y cambian con el tiempo y con el contexto”. Lo que Feyerabend les venía a decir (a los filósofos y científicos, con su obra Contra el método, publicada en 1975): “miren ustedes, en la ciencia no hay normas universales y por eso no hay que empeñarse en buscarlas, pero como ustedes, señores racionalistas, están obsesionados por encontrar alguna norma universal, les voy a decir la única que hay: todo vale”. Pero, como puede verse, esto no era más que una forma de decirles “… que dejaran de buscar normas universales, que dejaran de buscar El Método Científico”.


En el ámbito latinoamericano, el doctor Ruíz Pérez Tamayo (inmunólogo y patólogo, miembro del Colegio de México) y el joven investigador Carlos Gershenson (doctor en Ciencias de la Complejidad, en la Universidad Nacional Autónoma de México-UNAM), entre muchos otros, avalan esta postura. Éste último en su curso en línea “Pensamiento Científico”, de la reconocida plataforma Coursera, entrevista al doctor Alejandro Frank, del Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM, quien nos dice que “…la gente suele creer que hay una actividad, más bien mecánica para llevar a cabo la ciencia, que hay un método científico. La gente habla del método científico, pero en realidad yo, revisando las entrañas de cómo se procede en la ciencia, les puedo asegurar que cada científico tiene una metodología - si es que la tiene - diferente. En particular, yo creo que uno sueña y uno adivina un resultado, uno sostiene alguna hipótesis y luego busca comprobarla. Pero la parte más importante, sin duda, es la de la inspiración y la del placer que produce el buscar y el encontrar, y el descubrir una pequeña verdad, aunque sea ésta pequeñísima”.


Al mencionar la inspiración, es indispensable traer a colación lo que se conoce como “serendipia” y su papel en el descubrimiento o generación de ideas científicas. Ésta se define como el “hallazgo por azar o casualidad”. De hecho, se trata de un factor o elemento irracional que se integra a las ciencias. El doctor Gershenson, de hecho, la entrelaza con los componentes de los métodos científicos, ayudándonos a descubrir y generar ideas. Así pues, nos dice que “la serendipia es el descubrimiento por accidente que involucra cierto azar o un poco de suerte. Estos momentos ‘eureka’ se pueden dar en situaciones inesperadas, ya sea en la regadera o durante un sueño, o también puede darse que un error no intencional nos da una respuesta que habíamos estado buscando por mucho tiempo. Puede haber serendipia tanto en la observación como en la descripción; puede ser una observación no esperada, o una idea no buscada. Aunque el conocimiento generado por serendipia depende un poco de la suerte, debemos estar preparados para poder aprovechar estas oportunidades. Los métodos científicos nos ayudan a esto. Se ha estimado que entre el 30 y 50 % de los descubrimientos científicos han sido en parte gracias a la serendipia. Por ejemplo, muchos medicamentos como las vacunas, la penicilina, el LSD, y el Viagra. O también algunos materiales como el teflón, pegamentos, o hasta algunas tecnologías como el horno de microondas…”


Así pues, una ciencia mejor entendida y transmitida, que ya deje de hablar de “el método científico” (en singular, de modo único, lineal y excluyente) y procure hablar de “métodos científicos” (en plural, diversos e incluyentes), una ciencia más abierta y preparada para integrar la inspiración o la serendipia, tal como sugieren los doctores Frank y Gershenson, seguramente ayudará a nuestros jóvenes (y otros, no tan jóvenes) médicos a encontrar lo que tanto anhelamos, pero que hasta este momento lamentablemente nos elude.

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