EPISTEMOLOGÍA DE LA VERDAD #1

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Parte 1/2

EPISTEMOLOGÍA DE LA VERDAD


Al establecer cotidianamente criterios de demarcación entre afirmaciones, el énfasis generalmente lo realizamos en la correspondencia o no correspondencia que tienen con el conocimiento que se tiene sobre algo. Este criterio correspondentista ya había sido sostenido por Aristóteles, para quien la verdad se da en la correspondencia entre un juicio apofántico y lo que es, es decir, entre las oraciones descriptivas o informativas, y aquello que pretenden señalar. 


En el juicio apofántico suelen haber términos descriptivos de base empírica (caliente, ruidoso, luminoso, etc.), que además de expresarse fonética o escrituralmente (y de variar según el idioma), también pueden cumplir su función como un símbolo corporal en un lenguaje de señas, o como un icono. Pero la función de dichos términos no es simplemente señalar algo, sino el conocimiento sensible sobre ese algo.


A fin de alejarnos de un subjetivismo radical y equívoco que no distingue entre el sueño y la vigilia, aclaremos que cuando estamos despiertos nuestra conciencia no crea el conocimiento sensible que obtenemos; es decir, no es información creada por nosotros, sino recibida. Sabemos, por ejemplo, que la luz y el sonido tienen velocidad y son emitidos desde una fuente en un lapso de tiempo que transcurre antes de llegar a nosotros. Y es información procesada por nuestros organos sensoriales, sistema nervioso y funciones neurocognitivas (tal y como expresamos en el artículo sobre Fenomenologia del conocimiento), y son características que en la mayoría de las personas tienen una configuración común (salvo excepciones), permitiendo que el conocimiento sensible sea igualmente asimilado y compartido. Pero dichas características, al tener en ciertos casos una funcionalidad variable, nos impide también afirmar un objetivismo radical que desconoce las variaciones que puede tener el conocimiento sensible.


Al obtener información sensible sobre algo y al conocer también el término descriptivo que lo designa, nuestro intelecto subsume ambos elementos. Por eso, cuando se evoca nuevamente el término descriptivo, reconocemos su carga sensible aun si no estuviera presente el objeto o hecho de referencia. A su vez, el término descriptivo suele estar relacionado con otros que tienen su propio contenido sensible (por ejemplo, el término "caballo" relaciona paradigmáticamente terminos como cuadrúpedo, vertebrado, herbívoro, etc.).


Ahora bien, un juicio apofántico (como por ejemplo: el agua está congelada), se confirma en presencia del hecho, es decir, obteniendo conocimiento sensible sobre el evento señalado por el juicio, siendo relativamente difícil hacerlo si se trata de un evento esporádico. Y para que exista consenso sobre la verdad del juicio, es necesario que en primer lugar el conocimiento sensible sobre el evento pueda ser adquirido y compartido igualmente entre personas, teniendo en cuenta que la información sensible sobre magnitudes físicas (temperatura, peso, longitud, velocidad, etc.) es transcultural, es decir, no está restringido a una determinada etnia. Y en segundo lugar, también debe haber comprensión mutua sobre cuáles son los términos descriptivos utilizados para señalar ese conocimiento. 


Pero en el pasado, muchas afirmaciones falsas han sido convencionalmente aceptadas. Y actualmente, la tendencia a aceptar una afirmación porque es hegemónica, o porque es sostenida por la mayoría de los miembros de un grupo, sigue siendo frecuente. Entre las investigaciones relevantes sobre este fenómeno llamado sesgo de conformidad, las más citadas son las que realizó el psicólogo Solomon Asch en el año 1951. Esta es al menos una de las razones por las cuales el criterio para determinar la verdad de cualquier teoría o juicio no puede ser unicamente el mero consenso, o cuando simplemente son aceptadas por una determinada comunidad o institución. Entonces, necesitamos ser más precisos al establecer criterios de la verdad. 

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